Detrás de este creciente interés por las inversiones en capital humano han estado sin duda la creciente dependencia de ciertas capacidades profesionales de un buen número de industrias básicas, el rápido crecimiento de los gastos en educación y la vieja preocupación por hallar una explicación a la desigual distribución personal de la renta. Las conclusiones más importantes de las numerosas investigaciones empíricas realizadas en diferentes países señalan:
A) las inversiones en capital humano han tenido una notable incidencia en el crecimiento económico;
b) las personas con mayores niveles de educación y formación ganan por lo regular más dinero que los demás;
c) existe una relación, normalmente inversa, entre paro y educación, y
d) la desigualdad de la distribución de la renta está positivamente correlacionada con la desigualdad en la educación y otras formas de aprendizaje.
La mayor parte de las inversiones en capital humano elevan las retribuciones en edades avanzadas y las reducen en edades tempranas. Pero las retribuciones observadas (u observables) no incluyen aspectos del trabajo a realizar, como la amenidad o su naturaleza creativa, que el individuo sí valora a la hora de realizar la elección. La tasa interna de rendimiento calculada haciendo uso de las fórmulas tradicionales es una estimación sesgada por defecto (estimación pesimista) de la verdadera tasa.
Además de su naturaleza a largo plazo, los estudios empíricos sobre inversiones en capital humano muestran que la dispersión de sus tasas de rendimiento, medida por la varianza, es mayor que en la generalidad de las otras inversiones (productivas, financieras, etcétera), y de ahí que sus tasas de rendimiento deban ser más elevadas de lo normal para compensarle a los inversores el mayor riesgo al que están expuestos.
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